Lo malo de los callejones sin salida es precisamente eso, que no tiene salida, más o menos como el alcohol, que lo malo que tiene es que llega un momento en que se acaba. Y es en esas circunstancias, cuando en la lucidez de la desesperación, cuando se atisba la salida, sin cartelito fosforescente y sin azafatas marcandola, ya saben, una puerta a los lados, otra en el centro y una más, en la parte de alante, cuando las cosas encajan en su lugar, cuando el sentido de palabras como fuerte, debil, valor, coraje, cobardía, cobran sentido y significado.
Y entonces, y sólo entonces, se descubre que aún hay algo más por lo que luchar, y se lucha, y a veces se gana, y a veces se pierde, pero siempre con la sonrisa en los labios, de aquel que sabe que lo ha dado todo por mantener ese sueño una decima de segundo más.
Pero cuando se gana esos escasos momentos de paz y calma merecen tanto la pena, que no importa entrar una vez más en otro camino, que llevará tal vez a otro sitio sin salida.
Una canción: El estrecho se hizo eterno (David de María)
He visto: El Diario de Bridget Jones 2: Sobrevivire, Los increibles y Sky Captain y el mundo del mañana
No hay comentarios:
Publicar un comentario