La vida es una mierda. Suena duro verdad? Pero en el fondo es así por mucho que nos molestemos en enmascararla, en ponerla disfraces de colores y sonreir a la camara y decir que feliz soy.
Seguro que hay alguien que ahora empieza a decirme eso de la felicidad, la salud, el amor, el dinero, la vida es bella y demás. Supongo que en esto como en todo lo que mejor funciona es el metodo científico, y a las pruebas me remito. En los últimos tiempos como dije todo el que conozco lo pasa mal, por unas, o por otras hay mil obstaculos en nuestro camino; y aunque mi vena competitiva diga que sin obstaculos ni rivalidad no merece la pena seguir peleando por ser mejor, mi vena racional desea que de vez en cuando llegue un partido sencillo en el que ganar por goleada y sacando a los suplentes.
Como dije ayer, ahora estoy en plena fase de preparación de la megafiesta de cumpleaños, y ayer estuve en el lugar de celebración. Uno de esos lugares con historía con pasado propio a los que a la fuerza de repetir estancias una y otra vez, uno puede llamar hogar.
Entre sus paredes permanecen encerradas conversaciones, ilusiones, algunos amores, muchos desamores, anhelos de juventud, tantas que a veces da miedo pensar si algún día volviesen a ser escuchadas. Otras se quedaron allí, ahogadas en cerveza, en patxaran o en copas servidas por cama... amigos que acababan sufriendo y ahogando tus penas en el mismo alcohol, como otras veces haciamos nosotros por ellos, como hacen los amigos, compartiendo las alegrias y las penas. Decía, que se ahogaron en alcohol, o al menos se regaban abundantemente, que a uno como rezaba la canción le gustan mucho el vino y las mujeres, y un santo precisamente no ha sido.
No sé si será por eso, o por que sus paredes ahora son rojas como la muleta de aquel que de vez en cuando nos pagaba una cerveza contando que de joven quiso ser torero, o por que el teléfono ya no esta en la escalera, de camino a los baños, o porque al llegar ya tengo mi cerveza esperando en la barra.
Y en un momento te ponen al día, y se te unen los nuevos parroquianos, gente que sin conocer de nada, te conocen, y en un momento, dos chistes y una caña mediante, son como un habitual más. Y cuando llega la hora de irse, en el momento de pagar, y te dicen que ni se te ocurra pagar, y que te tomes un patxarancito, de ese del bueno, del que es solo para los amigos.
A pesar de que ese patxarancito no me lo llegase a tomar, y que al final pudiese pagar una ronda, me quede con la sensación de que a lo mejor la vida no es tan mierda como parece, y que la felicidad si existe, sea algo muy parecido a estar allí, en Moretas, con buena compañia y con una cerveza entre las manos.
Una canción: Nunca el tiempo es perdido (Manolo Garcia)
Ayer ví: Men in black 2
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