Si no hubiese sido por las listas de correo ni me hubiese acordado del triste aniversario. Ayer se cumplieron diez años de la detención de Javier Rosado por el asesinato de Carlos Moreno. Supongo que así, sin más, y en la espiral de violencia de los últimos tiempos, no son más que dos nombres sin connotaciones. Uno el del asesino, y el otro el de la victima.
La cosa cambia si os digo que este fue el llamado crimen del rol. Como ya sucediera en Estados Unidos, a alguien se le ocurrió en sus partidas mezclar realidad y ficción. Y los que hemos sufrido desde entonces las consecuencias hemos sido los jugadores normales, atacados por los medios que descubrieron en los juegos de rol, una nueva batalla que ganar contra las devastadoras y diabólicas exportaciones norteamericanas.
Así, en los gloriosos tiempos de la transición de la Televisión en Telebasura, pudimos ver a psicologos con datos tan probados científicamente como "he ojeado la contraportada de este libro y puedo decir que los juegos de rol son una lamentable aportación norteamericana al mundo del entretenimiento". Todo eso, mientras unos actores realizaban una lectura dramatizada del diario del asesino en el programa de Nieves Horrores.
Parece mentira que ese hombre que decía ser psicólogo, no hubiese abierto el libro, o ni siquiera hubiese atendido en clase (seguro que hizo pellas ese día) el día que explicaron las técnicas de la dinámica de grupo. Si hubiese estado, se habría dado cuenta que los juegos de rol son una derivación de esa dinámica de grupo, y que por tanto facilita la cooperación y la interacción social.
Pero no, de esas cosas no se dieron cuenta, y el siguiente paso fue demonizar los juegos de rol, como antes pasó con la ruta del bakalao y más tarde con los botellones. Lógicamente, los padres, visto el panorama, prohibieron a sus hijos jugar. Dios mío, tenían un asesino en casa, que tragedia, les quemaron los libros, los manuales (totalmente cierto) y les prohibieron acercarse a cualquier dado poliédrico que no fuese el de seis para jugar al trivial o al parchis.
Como ocurre en estos casos cuando se prohibe algo, los jóvenes se las apañaban para jugar, (de hecho no recuerdo un verano en el que haya jugado tanto como en ese, todos querían probar, y aúnque algunos se marchaban cariacontecidos porque no habían matado a su vecina del cuarto, a la mayoría les gusto). Y es que, los juegos de rol no son un bicho peligroso, ni la gente está sometida a los designios de un master malvado que les obliga a hacer lo que ellos quieren, ni la gente acaba en una orgía encima de una mesa como le dijeron a mi madre.
El Tribunal que juzgo a Rosado confirmó que este padecía una grave enfermedad mental, y que lo suyo no era un juego de rol. De hecho, el propio Rosado confirmaba después que no le gustaban los juegos de rol, y que lo suyo era una psicopatia, como asegura Manuel Marlasca, el psicologo forense que lo trató en su libro Asi son, así matan. Una interesante muestra sobre las mentes criminales de este país.
Desde aquel fatídico mes de junio en que salió a la luz el asunto, el asesinato se produjo el 30 de abril, los juegos de rol no han hecho más que tener que defenderse, y así seguimos, en lucha, defendiéndonos.
Más muertos ha provocado el fútbol y nadie ha hablado de prohibirlo, más muertos ha provocado el petroleo, y nadie ha dicho de acabar con los coches... y si lo que quieren es evitar asesinatos con la prevención... conozco unos de un club de ajedrez que no hacen más que hablar de matar al rey.
Una canción: Dragones y Mazmorras
He visto: The Ladykillers
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