La canción dice que algo se muere en el alma, y supongo que es verdad. Igual que supongo que de él aprendí tantas y tantas, desde esa chulería madrileña, esos intentos de bacile o a hacer de la improvisación toda una forma de arte. Supongo tambien, que además aprendí cosas quizá no tan buenas, pero sin las cuales yo dejaría de ser yo.
No lamento que se vaya para ganarse la vida en un trabajo que seguramente no le llena, pero que como él dice da dinero y al fin y al cabo eso es de lo que se trata el trabajo, de dinero. Lo que más lamento es que ya no podré llamarle a cualquier hora de la tarde y decirle que voy para Moretas, y allí en mitad de la nada aparecería dispuesto a reir, a llorar o lo que hiciera falta al fresquito de unas cañas y unas tapas.
Tampoco podrá amenizarme la noche con mil y un chistes, ni con esa forma tan peculiar de bailar, ni de pedirle un dyc con coca cola al primer camarero que se presente. Tampoco volvere a oir la historia, al menos por un tiempo, de yo me llamo Antonio Torres Heredia (nieto e hijo de Camborios...) ni nos tendrán que sacar de algún lío.
La ocasión al menos, nos permitirá conocer Mallorca, y aunque las noches de viernes de Madrid serán las mismas, las cañas no tendrán el mismo sabor, ni las cenas de los perros estarán completas. Madrid se queda desangelada y triste mientras Palma se prepara para recibir una bocanada de aire fresco.
Gracias Maestro, te esperamos de vuelta.
Una canción: Cuando los sapos bailen flamenco (Ella baila sola)
Una película: Spanglish
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