Era un hombre bonachón, más de actos que de pensar. Sobre sus hombros medio colegio, y el intento de no fallar nunca, en una época donde el más pequeño fallo tenía consecuencias de nombres tan atractivos como peleas, bandas y drogas.
Ya he dicho que era más de actos que de pensar. De romper a cabezazos la pared que te separaba de él para castigarte que de hacerte ver por que estaba mal. Aunque luego se ablandase y sus castigos fuesen más refuerzos positivos que prohibiciones, o lamentaciones.
Durante tantos años estuvo ahí, hasta que un día se fue, se marchó o le invitaron a marcharse. La vida sigue, las obras se quedan, pero los sitios siguen manteniendo los recuerdos, más tiernos o más añejos, pero se quedan siempre en esa esquina de la memoria esperando el momento de salir a la superficie y llenar de emociones la estancia.
Hay personas que se clavan bien adentro, que con sus actos se ganan tu afecto, tu cariño y tu respeto. Personas que no importa el tiempo que pueda pasar sin que les veas que seguirán manteniendolo. De ese tipo de personas es Julio. Más de actos que de pensar. Con palabras de afecto, con una sonrisa siempre en los labios, no importan los años que pueden pasar, ni los efectos que la marea del tiempo va dejando en nosotros. Hay cosas que parece que no cambian o no pueden cambiar nunca.
Gracias.
Una canción: 19 días y 500 noches (Joaquin Sabina)
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