sábado, octubre 04, 2003

Un año de silencios

A veces las palabras se dicen y se van. Otras veces las palabras surgen y se quedan, flotando para siempre en los limites de la realidad. A veces, ni siquiera el paso del tiempo permite que las palabras dejen de sonar en tus oidos. Otras veces es la ausencia de estos sonidos la que repiquetea en los timpanos.

Hace un año y parecen más de cien...

"A veces piensas que aferrarse a los sueños, a los deseos, impiden que la realidad llegue a su fin y que domine tu existencia. Hoy he sido consciente en mucho tiempo de la crudeza del destino.

Hoy he vuelto a casa como un día normal. Pero no era un día normal.

A veces algo en el aire te da un aviso.

El aviso estaba tras la puerta. O mejor dicho no estaba.

Antes habia unos ojos avellana, con un brillo especial, esperando mi llegada. Con una lengua de trapo que buscaba mi nariz para saludarme. Una cola que se movía para todos lados, invitandome a entrar al calor del hogar.

Esa pequeña bola peluda, meona, que llenaba de mal olor mi habitación cuando se meaba en mi puerta, la pequeña masa de carne comilona que no paraba de incordiar en las comidas ya no estuvo en la cena pidiendo comida.

Cuando llegue a casa ese pequeño ente, que era mi amigo, ya no estaba allí para saludarme, para alegrarme las tristes noches o para aguantarme quitandole el sitio en el sillón.

A veces la gente tiene un sexto sentido. Los animales, seguro, tambien. Quizá por eso, sus ojos estaban está mañana bañados en un rio de lagrimas.

Ahora los ojos que estan llorando son los mios. Y lo peor es que no pueden parar.

Lo peor de todo es que el hija de perra se marchó sin despedirse.

Una vez, un amigo estaba pasando por un momento muy malo. Le pregunte que que le pasaba, y el me contesto: "Me duele el alma".

A mi no me duele. Se ha marchado un pedacito que desde hoy, vigila mis pasos."


Una canción: Aquella estrella de allá (Gisela)

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