sábado, noviembre 29, 2003

Una vieja leyenda

Aunque sobrevivir en Madrid es casi convertirse en una leyenda, os contaré dos leyendas. Una sobre un escritor gaditano que da nombre a la calle donde vivo, y otra sobre el Cristo del guardia de Corps. El nexo de unión entre ambas es la Iglesia de San Sebastían.

La primera leyenda cuenta que José de Cadalso estando enamorado de la actriz, María Ibáñez intentó casarse con esta, pero sus amigos se lo impidieron. El paso del tiempo acabaría con las intenciones del escritor gaditano de forma más abrupta, ya que "La Divina" como se conocía a la actriz murió tempranamente sumiendo a José en una gran depresión tras el entierro de María Ibañez en la Iglesia de San Sebastian.

Preso del dolor, el escritor fue una noche a la Iglesia donde sobornó al sacerdote para que le permitiese descorrer la lapida para volver a ver a su amada. Unas voces afuera del templo se lo impidieron. El Conde de Aranda, amigo del escritor se dirigía a la Iglesia de San Sebastían para frustar los deseos de su subordinado pero a la vez amigo, José de Cadalso.

Tras este intento, el Conde de Aranda consiguió que trasladaran al escritor, enrolado en el ejercito, a Salamanca, antes de ir a Gibraltar a luchar contra los ingleses, donde moriría por el impacto de una granada diez años despues de la muerte de La Divina.

En esa misma iglesia donde se guarda el cuerpo de María Ibáñez existe un Cristo, conocido como el Cristo del guardia de Corps. Es conocido por este sobrenombre ya que a sus pies se colocó el espadin de un Guardia de Corps. Como llego el espadin hasta ahi es una historia. En Invierno de 1745, Don Juan de Echenique, Capitán de la Real Guardia de Corps, paseaba por la calle Sacramento, cuando una hermosa dama le saludaba desde el balcón de una casa y le invitaba a pasar. El capitán subió y descubrió una casa ricamente decorada. El tiempo pasó deprisa y el repiqueteo de las campanas de San Justo le recordó que era la hora del relevo.

Se vistió de forma rápida y salió a las calles de Madrid. A medio camino, se dió cuenta de que le faltaba el espadín. Volvió a la casa y la encontró cerrada. Golpeó la puerta con tanto escandalo que los vecinos salieron. Cuando el capitán explicó lo sucedido nadie le creyó, ya que la casa llevaba cerrada 40 años. Uno de los vecinos, ante la insistencia del capitan, cogió las llaves de la casa.

Al entrar, el capitán palideció al ver los muebles con una gruesa capa de polvo. Al llegar a la habitación donde había pasado la noche, Don Juan de Echenique recupero el color al ver colgado de una silla el espadín.

El capitán consideró lo ocurrido como un aviso divino, y tras este hecho, abandonó su estilo de vida y se recluyó en un convento. Así fue como el espadin llego a los pies del Cristo de la Fe, desde entonces conocido como "El Cristo del guardia de Corps".

Una canción: Sucedió en la antigüedad (El Último de la Fila)

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